4 abr 2011

La vida da giros repentinos

Mi abuela se murió en el año 2007, y se llevó un trozo enooooorme de lo que yo era, y de lo que era mi familia, a donde quiera que vayan las personas grandes cuando desaparecen para siempre de la Tierra. Se llevó tardes de risas en el jardín, de paseos por cualquier lugar, de juegos de mesa en los que las trampas estaban a la orden del día, de meriendas viendo aquellos programas rancios de la tele y de confesiones al llegar del instituto mientras ella se comía esas tostaditas que nadie envidiaba y yo escribía SMS compulsivamente recostada en su cama. 

Se llevó mil millones de cosas en las que pienso todos los días varias veces. Pero nos dejó otros miles de millones de cosas. Y no me refiero a cosas como esa muñeca que, cuando la enciendes, canta y se balancea en una mecedora (yo se la regalé hace tiempo, y aunque ya casi han pasado 4 años (4 años!) todavía no soy capaz de mirarla, y mucho menos de escucharla, sin que el cuerpo entero se me haga un nudo). No me refiero a eso: me refiero a cosas que están dentro de mi cabeza.

Cosas que ella nos enseñó, seguramente sin ser consciente de que nos estaba enseñando algo (esas son las cosas que mejor se aprenden). Nos enseñó que un día estás arriba, y al día siguiente todo se escapa y parece que puedes tocar lo que eras antes, lo que tenías, pero no. No está, y hay que aprender a vivir con ello... o sin ello. Eso todos lo sabemos ¿verdad? cae de cajón. Pues a mí me lo enseñó mi abuela, grabó su experiencia en mi cerebro como si fuera la mía propia y también en las cabezas de toda mi familia. Nos enseñó que la vida te hace eso, te hace cambiar una y mil veces, y "cuál sería nuestra sorpresa", que la misma vida que te machaca un día, al día siguiente te regala lo mejor que has tenido nunca.

La vida es así, da giros repentinos. Eso nos enseñó. A veces pienso que, seguramente, yo no sería la misma si ella siguiera con nosotros aquí, porque me miro desde fuera y es evidente: no tengo abuela. No tengo conciencia de lo que yo hago, ni consciencia a veces. No espero por nadie, no me dejo ablandar, no lucho por cosas que merezcan la pena... aunque lo mejor sí por cosas que no la merecen (ahora me doy cuenta), me adoro a mí misma, y no creo en los milagros... no veo los regalos que te pone la vida delante, la misma vida que gira y te da las peores ostias. Sí, muchas veces creo que, seguramente, yo no sería la misma si ella siguiera con nosotros aquí.

Pero otros días, como hoy, me doy cuenta de que eso no es así exactamente, porque ella siempre está conmigo, y parezco tonta: a veces lo olvido, y no escucho su voz cuando me dice cosas desde dentro de mi cabeza. Cosas como que la vida da giros repentinos para mal, y te sientes caer al infierno... pero también los da en el otro sentido, para bien, y te hace volar. Esa voz me dice que si eso pasa, solo hay una opción lógica: cerrar los ojos, y dejar que el viento te lleve... Y esa voz no puede estar equivocada.

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