22 abr 2009

Alas


"Todos los seres vivos le rehuían. ¡Pobre Peter Pan! Se sentó y se echó a llorar, pero ni siquiera entonces se dio cuenta de que, para ser pájaro, se había sentado por su peor parte.

Fue una suerte que no se diese cuenta, porque en caso contrario habría perdido la fe en su poder de volar; y es que, en el momento en el que dudáis de que podéis volar, perdéis para siempre la capacidad de hacerlo.

Ésa es la razón de que los pájaros vuelen, y si nosotros no podemos es simplemente porque ellos tienen una fe total, porque tener fe es como tener alas".

21 abr 2009

Sobre el Islam...


Yo y mis reflexiones a destiempo... ¡porque sigo pensando que es mejor pensar las cosas cuando ya no están de moda! Así que hoy voy a hablar de religión, o algo parecido. Disculpas si me equivoco en algún momento, habéis de saber que la religión no es mi fuerte, algo de lo que me alegro. Pero como mucha gente habla de cosas sin que sean su fuerte de forma mucho más categórica que yo...
Leí que para aquel que se considera musulmán, el Islam no es una religión, sino un modo de vida. Partiendo de esa base, a una gran mayoría del resto de los seres humanos nos resultarán incomprensibles todas las afirmaciones sobre esa "no religión" que se hagan.

Para los musulmanes, el Islam es su modo de vida. Entonces ¿cuál es el modo de vida de los que no somos musulmanes ni ninguna otra cosa? Según ellos, el nuestro es el mismo: el Islam, al que no podemos convertirnos sino regresar, ya que no es una religión. De esta manera, les quedan dos opciones: obligarnos a regresar, o dejarnos que, a nuestro ritmo, regresemos si queremos. Y cada uno, que se apañe.
Pero hoy en día, el mundo no es tan paciente. De la misma manera que a algunos musulmanes les urge que regresemos ya, a algunos de los que forman parte del resto del mundo les urge que los musulmanes se vayan ya. Así, en teoría, los musulmanes y el resto del mundo no deberían encontrarse nunca en el camino porque están corriendo en direcciones opuestas, pero lo hacen, y más que lo harán.

Para entender esto, como tantas otras cosas, deberíamos mirarlo desde el punto de vista de un niño. Yo conocía a dos niños, uno gallego (pongamos, Manuel) y otro musulmán (que se llamaba Rashid, o un nombre parecido). Rashid jugaba como todos los demás, perseguía a las niñas como todos los demás e intentaba colarse entre los barrotes del patio igual que todos los demás.
Lo único que le diferenciaba de sus compañeros era que algunas madres no querían que sus hijos se juntaran con él, algo que Manuel pensaba que era porque "Rashid no come jamón". Eso era una cosa muy seria con la que había que tener cuidado. Una vez que probó un trocito de jamón cocido, su padre, Mohamed, lloró desconsoladamente.
Lo mismo pasaba con Manuel. Todos los niños de su clase sabían que era sonámbulo, lo cual era algo muy serio, ya que cuando se quedaba a dormir en casa de sus amigos éstos debían preocuparse de cerrar todas aquellas puertas que comunicaran con escaleras, no fuera a caer por ellas dormido y se abriera la cabeza.

A medida que fueron creciendo, los dos niños fueron perdiendo un poco el contacto, como pasa con muchos amigos íntimos de la infancia. De todas formas, Rashid continúa sin comer jamón y Manuel, aunque ya hace muchos años que no se levanta dormido, sigue cerrando la puerta del pasillo todas las noches, por si acaso.
Hace poco, se encontraron en un bar de copas y se saludaron, contentos de verse el uno al otro y preguntándose por sus vidas. Se han convertido en dos tíos de dos metros cada uno, y a pesar de que no saben casi nada el uno del otro y no tienen nada que ver, sí que recuerdan algunos detalles con un cariño que les hace, y les hará, respetarse el resto de sus vidas.

El problema del ser humano, también con el Islam, es que tiende a crecer y convertirse en aquellas madres que no querían que sus niños jugaran con Rashid. Y muchas de las otras madres de compañeros de clase de Manuel no identifican a los musulmanes como Rashids o Mohameds, sino como locos fanáticos que vienen a matarnos a todos. Luego se habla de Rashid o Mohamed y "ah, pero esos no son como los del telediario, son normales".
Ese es el problema del mundo occidental: cree que comprende, pero no tiene ni idea. Y si eso se suma a otros colectivos (religiosos, pero también políticos o gubernamentales) que también tienden a pensar que poseen la verdad absoluta a nivel mundial, obtendremos una mezcla explosiva que hará la vida imposible a unos y otros.
Es inviable que el ser humano comprenda las cosas a nivel mundial, con el Islam o con cualquier otro asunto, si no sabe entender antes las que tiene delante de su nariz.


20 abr 2009

Elegir


Hay una pregunta catastrofista, pesimista y oscura que me hago a menudo, una de esas que asustan. ¿Cuánta gente desearía que le tragase la tierra si, por alguna circunstancia, se encontrara a una bruja o un oráculo infalible que le desvelara exactamente como será el resto de su vida?

Podemos decir que la vida es aquello que va pasando mientras planeas otras cosas, como decía John Lennon, o que es un sueño y los sueños, sueños son, según Calderón de la Barca, o que es una caja de bombones y nunca sabes lo que te va a tocar, en opinión de Forrest Gump, y que en cualquier caso merece la pena.

Pero por muchas frases célebres que nos sepamos de carrerilla acerca de la vida, solo hay una cosa que es cierta: nuestra vida será aquello que los demás quieran que sea, ni más, ni menos, aunque pensemos que somos libres de escoger en los tiempos que corren. La mayoría de la gente ni siquiera se da cuenta de su paso de la ESO a Bachillerato (están demasiado ocupados pensando en el notas de la moto que viene a levantar pasiones en el recreo, o en la falda del viernes por la noche) pero lo hacen.


Dos años después, van a poder elegir, en el mejor de los casos, una carrera que, también en el mejor de los casos, será a la que estén atados y bien atados el resto de tu vida. Los años de carrera pasan y, mientras, uno vislumbra al final un mundo de posibilidades, algunas fáciles, otras difíciles, pero estarán ahí y podremos cogerlas o soltarlas a placer, o eso pensamos. Pero luego los estudios se terminan y ¿qué hacemos?

Haremos lo que los demás quieran, o lo que nos vaya a resultar más fácil, porque para esta sociedad es mucho más apreciable conseguir cosas en tu trabajo, tener una familia normal y amigos normales y tener, por así decirlo, el culo quieto donde tiene que estar durante cuanto más tiempo mejor. Eso es admirable, por supuesto, pero a veces no hacemos cosas sólo para que los demás no se den cuenta de que queremos hacerlas. Da miedo pensar en la cantidad de veces en la vida que se nos presentan dos caminos diferentes a más no poder el uno del otro, pero más miedo da pensar las pocas veces que nos damos cuenta de que podemos escoger. No debería ser admirable que hayamos conseguido algo que nosotros mismos no admiramos, por mucho que lo hagan los demás.

Y es que nadie recuerda ya la verdadera ventaja de estudiar una carrera, o de intentar asegurarse un futuro profesional prometedor. La ventaja es que, si aprovechamos las oportunidades, luego podremos elegir. Podremos escoger si preferimos trabajar sachando as patacas, o de porteros de discoteca, o si queremos trabajar en una redacción de local o intentar llegar a corresponsales de guerra. O si hacemos un máster, o si ponemos un garito en Burela. Incluso podemos decidir si queremos tener hijos al año siguiente de ser titulados.


Pero hoy en día ya nadie elige porque las elecciones no son tan difíciles de hacer cuando una de las opciones será considerada por la sociedad como una locura. La sociedad no será feliz ni infeliz por nosotros, pero en cuanto alguien nos dice que algo es una locura, nos encogemos hasta desaparecer. No deberíamos olvidarnos de que todos somos diferentes, y que a lo mejor, escoger la locura será lo que nos lleve a no desear que nos trague la tierra si, por alguna circunstancia, nos encontramos con una bruja o un oráculo infalible.