17 nov 2008

De archivo (y no podía faltar)

En este país, todo es prensa del corazón. Desde el último ligue de la Obregón, que ya sale en todas las televisiones, hasta los presupuestos generales del Estado. Y para darse cuenta, solo hay que ver lo que ha sido la última campaña electoral. Para empezar, nos encontramos con un país entero felicísimo ante la idea de un debate.

Los debates electorales son como una garantía para cualquier país democrático, un encuentro entre los representantes de los partidos que da la posibilidad a todos de exponer sus posturas, destacar las ventajas de uno mismo y manifestar los aspectos negativos que se considera que tienen los otros.

En España (panderetaland) no es así. En lugar de un debate, lo que presenciamos fue un Salsa Rosa de políticos, y un Salsa Rosa que ni siquiera tenía un teléfono de aludidos. Escuchamos casi de todo: veo una niña que necesita mi ayuda, usted agredió a las víctimas del terrorismo, usted apoyó una guerra contraria a los deseos de casi toda España, sigo viendo a la niña, el Prestige, usted no quiere hablar de inmigración, no se qué de un bonobús, el precio de los tomates, otra vez la niña, usted sigue sin hablar de inmigración… Y todo esto salpicado con un montón de cifras por parte del PP y un montón de tasas por parte del PSOE, que si bien son más útiles que las cifras, tampoco resultaron de mucha ayuda para los espectadores que presenciaban el espectáculo desde los sofás de sus casas.

Seguramente alguno de estos atónitos espectadores hubiera llamado al teléfono de aludidos, en caso de que se hubiera puesto uno a disposición de los mismos. El primero, Gaspar Llamazares. ¿Quién? Ese político que lidera, de momento, la coalición llamada Izquierda Unida, ese señor al que nadie escucha ni presta atención o eso parece. El mismo al que ni los medios (que ya se sabe cómo respiran, o más bien por quién) ni los dos partidos mayoritarios quisieron dejar un hueco en esta última campaña. El "pobre hombre" que salió en Cuatro tras el primer debate, despeinado y malhumorado, quejándose de que no le habían dejado abrir la boca los artífices de este "tsunami bipartidista", el mismo al que algunas cámaras grabaron cabizbajo, yéndose a su casa tras conocer el pasado domingo el resultado de las elecciones.

Hay quien piensa que Izquierda Unida tenía toda la pinta de no querer tampoco emplear el teléfono de aludidos. Parece que, si bien se quejaron un poquito, o mucho, de cómo les trataron, no supieron hacer una campaña lo suficientemente efectiva como para que sus votantes potenciales espabilaran, o al menos espabilaran a su favor. Probablemente más gente votara a Izquierda Unida si supieran algo más acerca de ellos, pero eso pasa con todo en este mundo. ¿Está bien que en un país democrático dos señores vayan a insultarse a una mesa, con mucho cuidado de cómo les da la luz y del color de sus zapatos pero sin preocuparse de si los demás partidos encuentran un lugar para expresarse o no?

Probablemente sí que esté bien, cuando más de veinte millones de españoles han optado por una de esas dos opciones. Lo que no está tan claro es que sea positivo que más de seiscientos mil votos se queden flotando en el vacío. Pero eso no preocupa a este país, ni siquiera es algo que sepa la gente. Lo que sí queremos saber es si Rajoy y su mujer están en crisis o pensando en adoptar una niña y si Esperanza Aguirre aprovechará este bajón para hacerse con el mando, o a dónde irá Zapatero en Semana Santa a celebrar la victoria. Eso es lo importante.

1 comentario:

Miguel García dijo...

Hola Blanca.
Me hubiesen gustado debates mejores pero, sinceramente, no me parecieron malos. Hubiese preferido una serie de preguntas y respuestas directas para conocer más a los candidatos, y que tuviesen un diálogo directo entre ellos.
Por otra parte panderetaland (pedazo de palabra) la hacemos todos nosotros. Elijamos otra cadena, otra revista...
Un salud. Gracias por estar.

Miguel García
a.miguelgarciacorral@gmail.com
http://egoexcentricos.blogspot.com/