18 jul 2011

Mi bisabuelo Carlos, teniente coronel de Estado Mayor, fue fusilado por no querer servir a la República. Me contaron que, a pesar del riesgo que corría, su cuñado Pepe, que le adoraba, no dudó en ir a buscar el cuerpo a la Ciudad Universitaria para enterrarlo.
Pepe paseó su miedo por el desván de su casa los días posteriores. Se lamentaba, el pobre, por no haber colocado una almohada bajo la cabeza de mi bisabuelo al enterrarlo. Pasó días rezando por que quienes venían de vez en cuando a preguntar por aquel que había ido a buscar el cuerpo de un traidor se creyeran la respuesta que Pilar les daba: “Ya hace que no vive aquí”. Solo el día en que Pilar se puso de parto, Pepe bajó del desván. Entre toallas y cubos de agua hirviendo, abrió la puerta cuando alguien llamó, y nunca supimos si le dio tiempo de despedirse de su mujer, o de conocer a su hijo.
Dicen que los “Rojos” perdieron la guerra. Yo dudo que alguien la ganara.